Capibara llega al Torneo de Artes Marciales: ¿nuevo rival para Gokú?
El ring tiembla, los comentaristas gritan cifras imposibles de ki y, de pronto, un bulto marrón se desliza con calma absoluta entre los luchadores. El público se queda en silencio: el capibara —rebautizado allí mismo como Capy-Kun— bosteza, se estira y abre los ojos como si acabara de despertarse de una siesta interplanetaria. Krilin intenta saludarlo, pero Capy-Kun ya mastica un puñado de hierba, sin preocuparse por la ovación. Un instante después, su aura dorada sube lentamente hasta romper el scouter más cercano: no produce rayos ni gritos, sólo un resplandor sereno que dice “tranquilo, aún hay tiempo para comer”.
Diseñando al “Capy-Saiyajin”: ki sereno, cola esponjosa y apetito infinito

El fan-art que corre en redes lo viste con gi naranja (dobladillo recortado para su panza enorme), muñequeras azules y un símbolo kanji que, en lugar de “tortuga”, reza “calma”. La cola esponjosa apunta al cielo: no para transformarse en Ōzaru, sino para espantar mosquitos mientras medita. Sus ojos, redondos y tranquilos, se encienden de dorado cuando libera ki; pero el destello dura lo justo para calentarse el mate, nada más. Su técnica estrella es “Gran Mordisco Galáctico”: sin moverse, succiona el ki rival y lo convierte en energía digestiva para seguir rumiando. Gokú lo mira fascinado: por fin un oponente que combina poder y pachorra. Vegeta, en cambio, no entiende cómo un “roedor gigante” puede sobrepasar su orgullo de príncipe… y eso sólo alimenta la leyenda.
Por qué este crossover rompe el scouter y el algoritmo
Funciona porque Dragon Ball vive de explosiones y adrenalina, mientras el capibara simboliza la lentitud zen. Juntar ambos extremos es puro meme: un guerrero que no corre, no grita “Kaaa-me-haaa…” y, aun así, sobrevive a un Kienzán gracias a su inexplicable defensa de pachorra absoluta. La gente comparte la ilustración —Capy-Kun de brazos cruzados mientras Gokú carga un Genki-Dama— porque les recuerda que incluso en medio de batallas cósmicas hay espacio para relajarse. Al final, el mensaje es claro: no subestimes a quien domina el arte de la siesta; quizá ese sea el verdadero Ultra Instinto.
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